sábado, 22 de noviembre de 2008

Cuando sueño contigo (2)

Viniste a mí de pronto.
De un brinco caíste en la cama, sorprendiéndome entre sueños, amodorrado en la penumbra azul del amanecer y te abalanzaste sobre mí embriagada de un entusiasmo adolescente.

Intenté incorporarme y preguntar -sorprendido, claro- qué ocurría pero no me dejaste reaccionar cuando me encajaste un besote de antología. De esos que nos dábamos cuando nos estábamos conociendo íntimamente.
El momento duró una eternidad.
Acaricié los rizos de tu nuca, pellizqué suavemente tu cuello y dejé que mi mano gozara a la deriva por tu espalda desnuda...¡Estabas pilucha, fresca!
Cuando mi mano naufragaba en tus lomajes, tus labios se despegaron de los míos con un suave mordisco y pude ver la picardía brillando en tus ojos antes de que te esfumaras junto al bello sueño que me regalaste.
Me quedé mucho rato saboreando tu visita, la nitidez de tu peso y tu cálida tersura, los ecos de tu olor y de tu silencio...
La tarde anterior había lanzado por internet el cuento que mi amor por nuestra hija fraguó. La editorial no consideró "La leyenda de Chanchi-Chu-Lín" para publicarla.
Qué importa. Yo ya tenía mi premio.
Gracias, querida.
Ya clareaba cuando volví a dormirme.
Sonriendo.

No hay comentarios: